Este verano en televisión se ha emitido un anuncio muy curioso, asociado a una bebida, que proponía pasar las vacaciones en un pueblo y dejarse adoptar por él. Nosotros no tenemos necesidad de ello, tenemos dos pueblos, el de papá y el de mamá, y lo mejor de todo en ellos viven los abuelos. Los días de agosto los hemos repartido entre los dos pueblos, y ha sido estupendo. Casi todo el día por ahí, con la libertad que da no estar sujeto a horarios; los parques casi para nosotros solos, el contacto con gente de diferentes edades, familiares y vecinos, contacto con animales y el tiempo con los abuelos que, en su papel, han mimado a los nietos en exceso, para disgusto de los papás y regocijo de los pequeños. Ha sido un tiempo entrañable y enriquecedor, lleno de cariño, ternura y nuevas experiencias. Es bonito tener un pueblo y es estupendo poder disfrutar de los abuelos, ¡tenemos un gran tesoro!