Pasan, pasan, los días pasan; inmersos en la rutina diaria apenas si nos damos cuenta de la evolución de los pequeños príncipes, pendientes como estamos de cumplir los horarios, las rutinas, el trabajo y cubrir las necesidades básicas, a penas si disfrutamos de momentos mágicos, y no por que no ocurran sino porque no los vemos a tiempo o pasamos rápido a otra cosa "más importante"; no hay nada más mágico que la risa de un niño, y vamos tan deprisa que no nos paramos a escucharla; nada más entrañable que una caricia procedente de su pequeña manita; nada más divertido que sus anécdotas narradas a media lengua... Cada día ellos viven intensamente el momento y los adultos que estamos a su alrededor nos limitamos a resolver el momento, siempre esperando el gran acontecimiento. Tal vez deberíamos aprender de los pequeños y no dejar que los días pasen sin más, vivir cada día disfrutando sus momentos, una sabiduría que ellos tienen, que nosotros tuvimos y que olvidamos o dejamos de lado.
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