Y volvimos al acuario de Gijón. Habíamos estado cuando los pequeños tenían dos años, en aquel momento miraban todo de forma muy atenta y supuso una experiencia enriquecedora para ellos, pero no lo recordaban. Esta vez la visita ha tenido otro carácter, con sus cinco años ya tienen muchos conocimientos y han disfrutado y aprovechado la visita mucho más que hace tres años, y los papas... pues viendo como se hacen mayores y disfrutando con ellos aún más.
No es un acuario muy grande pero está bien acondicionado y sus estancias son agradables, e incluso, en algunas de ellas hay lugares para sentarse y observar a los animales acuáticos. La entrada es sorprendente, con una decoración rocosa que recuerda a la montaña. Otra sala curiosa es la de la simulación de un arrecife, con una ola rompiendo cada poco tiempo, y que tiene la suficiente potencia para tener a los peces removidos.
Nos encantaron los pingüinos, la gran tortuga marina, los peces de colores de aguas tropicales, las juguetonas nutrias... Tal vez volvamos a este o a otro, ver animales es algo maravilloso y muy gratificante.
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